19.10.11

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En busca de los muertos que gozan de lo macabro de los vivos, me introduje en un sueño libertario prendido de la cola de un avión que me llevó hasta una ciudad desconocida.
Estaba llena de personas que soñaban junto a mi, en alguna otra cama, o piso, o desierto.

Un hombre, melenudo, me explicó cordialmente la lógica de ese mundillo misterioso.
Me dijo que podía obtener todo lo que desesara, pero que el deseo no era un acto libre.

"De todos modos", me dice, "nunca está de más intentarlo".

En ese instante miré mis manos y estaban invertidas. Me esmeré por verlas bien y al profundizar la vista, hubo un cambio. Vi mis dedos, y las marcas de la vida en las palmas que habían adoptado una posición correcta. Me sentí bien.

En las calles había prostitutas, por un poco de cash se reían de uno. Estaban jugando a que eran zombies y nada me aseguraba qué estaban dispuestas a hacer. Pasé queriendo no prestarles atención y con resguardo de que no se me vinieran encima. Quise ser invisible. No logré mi cometido.
Comenzaron a perseguirme y junto a otros soñantes ya estaban a mi acecho,
En ese instante caminé apresuradamente y, con felicidad, empecé a revolear todo lo que tenía en los bolsillos al aire.
El cielo se llenó de papeles escritos, de dinero, de documentos absurdos. LLovía libertad, comencé a sonreír.
Pero también, en ese instante, reconocí que perdí algo sublime. Grité, su nombre. Pero la tristeza, hizo que desapareciera todo lo que me rodeaba, y entonces, quise despertarme. No estuve tan lejos de aquí durante la travesía. El mundo había cambiado.
Mi amor no.
Ahora, me consuela pensar, que aquello que sentí perder, ganó su libertad y vive, junto a mí, entre sueños.

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