19.4.10

Primer Didetronix

En orden a lo establecido vengo a plantar ideas que fagociten parasitariamente tu cabeza de lector (in)esperado, o in-oportuno.
Durante la transgresión o bien, la disgresión de mi relato, usted sólo tiene que repetir con la voz interna que lo/la acompaña, todo cuanto va leyendo. Puede opinar, claro, pero sólo en voz alta. ¿Entendió?...afirme con la cabeza entonces, sino, ¿cómo quiere que prosiga....?
Tuve una buena idea. Veremos si de acá en más es estimulante. La idea es el acopio de materia gris. Una finalidad narcótica que puede dar en llamarse el Didetronix.
Sería recolectar con meridiana paciencia, sollozos de historia, de anécdotas sin tinta china, ni china, con la misma pretensión con que encaramos la sequía de los besos. ( Todos sabemos que las miradas tiernas corroen la endurecida latencia y nos devuelven aquello que nos hace expectantes de recibir el más severo de los arpones, en cualquier cúspide de cualquier día de la fecha.)
Comienzo: festín municipal, salgo a la calle, décima cerveza en mano. carencia absoluta de diagramación. no tengo un paso por delante, no adelanto. Mi presencia presente me invisibiliza en torno a mi mismo, sólo así puedo hacerme partícipe de la fiesta municipal, los pomos, los globos, los animalitos corriéndose, los padres aburridos, las mamis buscando papis, y yo me encuentro tratando de encender con infortunio un tabaco.
Por cierto, no puedo acordarme cuando fue la última vez que me mee encima. Hace años que lo intento y no lo logro por mas fuerza que hago. no se como manejarlo en pantalones, cuestiones de tabúes y cremalleras. igual insisto con tal vehemencia que me rajo unos buenos pedos.
A su turno y con relación a esta fatalidad inexpurgable, llega la bella enfermera de la suipachense, tetona como una cabra embarazada, me agarra bien fuerte del culo, introduce sus uñas filosas en mi ano y me lleva derechito a la camilla.
Despierto en un rincón. Cuando atino a levantarme, me percato de que me tienen atado. Reconozco la institucionalidad y empiezo a extrañar ese dedo en el culo. Pienso que voy a escribir esto, pero, no me consuela del todo.
Es claro, soy un escritor cuentapropista, sin publicaciones, sin una agitada salutación, ni siquiera una tomada de manos firme.
¿cómo hacés vos para parecer tan pero tan completo? Mierda que soy envidioso.
Hace tiempo me desarmo como el pancreas de mi viejo. Estoy podrido en el sentido biológico del término, que es idéntico al sentido literario.
Y solo.
Si bien no comparto totalmente la decisión casi unánime que tiene la humanidad por humanizarse, entiendo que Dios acabó con toda la voluntad. y dios se encarna, y cómo!. Podemos putear a dios en la cara, saltar, bailar, desfilar, pero es inerte ese simbólico dominio y no hay tu tía.
Dicho ello y respecto de la falta de ofrecimientos concretos para poder estrecharle la mano a alguien calurosamente, pienso que no hay vírgenes en los manicomios, que la historia de la locura es la historia de la sexualidad. Cómo sostener la idea de un cuerpo desnudo, sin cierta llegada de “ssss”. Siempre, siempre pasa algo raro. Ana, por ejemplo: “En su casa de campo justo cuando estaba por inseminar artificialmente a una potra negra con manchas blancas, recibió en la frente, una pa-tada del equino”.
Y fue ella misma quien me dijo “Nada está en la cabeza. ni siquiera el pelo.”
A lo cual agregué que Nada está en ningún lado. El tema es saber qué colectivo me lleva hasta allí.
Mientras tanto, ajustado a la brevedad en la que las palabras salen de mis dedos, te repito: Aquella noche, no pasó nada.