23.9.11

En La Ciudad Esmeralda

En la ciudad esmeralda, Frigmundo Benito se sienta a descansar. Intenta deleitarse con el movimiento de las figuras bípedas, o cuadrúpedas, que pasean frente a sus ojos.

"La vida no está en otra parte", piensa Frigmundo Benito, y observa la entrepierna de un mulato, que baja cajas y cajas de un camión con acoplado, coadyuvando a levantar paredes que complejizan su laberinto.

"No debe ser así el infierno, tampoco cómo lo escribió Dante. Los inquisidores fueron los que nos jodieron, pero ya no quiero tener ideas" ansía Frigmundo Benito, en el ocaso de una tarde, agitada y presuntuosa.

Mira al Sol, precioso, y comprende que no puede ayudar a más nadie, ni ofrecerle agua, ni respiro.

Aseidado por sus propias herejías, arremete contra una vitrina llena de televisores finos y enormes, estrellando su cuerpo abierto de puntas contra la amplia vidriera que hace de fachada a una fatídica tienda comercial. Sólo escucha.

5 minutos después, espera ensangrentado la llegada de los policías o de los paramédicos sobre un montón de vidrios y cables. Ningun ser lo asiste.

"Duele", piensa Frigmundo Benito y espera que la ambulancia llegue primero.

15.9.11

campo unificado (2)

lo que ves en estas palabras
lo que olés en estas palabras
lo que sentis en estas palabras
es lo mismo que yo

Pienso, y el mundo piensa
LLoro, y los sentimientos, mojados.
Grito, y el sonido se pausa.

Ahora,
pido la palabra, para convocar tu palabra.
Pido tu tiempo, para que lo desarmemos juntos.
Hago de mi ser, una espada.
y de mi corazón, tú latido.
Sin fin, ni principio, ni final.

5.9.11

Una mirada

A aquellos que nos dicen qué hacer, y convertirse en escultores de conciencias
A esos que se arrogan la potestad de saberlo todo o, màs sagaces aùn, de intuirlo todo, les pregunto, ¿es posible llegar hasta el fondo de una mirada verdadera? Dentro nuestro residen los ojos ajenos, penetrantes interlocutores, amorosos y tìmidos planetas ovoides, que fluyen dìa tras dìa,
en las eternidades de nuestros recuerdos, nubes de algodón en que guardamos nuestras mas preciadas formas infantiles
Los helados de cucurucho, las galletitas mojadas, las piñatas antes de abrirse, los caramelos duros y los blandos. sentirse feliz porque estamos en la felicidad, en la aventura constante, de sueños elèctricos y suaves, que a la distancia se ven compungidos y azucarados
Bestias, que fuimos, hombres, ¿cómo nos hemos negado asì?,
¿Todo esto fue para servir fielmente a la propiedad y a los amos siervos en que degeneran los patrones o porque el amor nos hace correr la vista al amor? Todo lo que arde, se transforma.
Seamos comunistas o hinduístas, nadie va a darnos un destino más que nosotros mismos, a cada segundo, a cada silencio, a cada cigarrillo que apaguemos en el cenicero de nuestra alma.
Devuelvo un beso por cada flor que quieran tirar en mi entierro.