23.9.11

En La Ciudad Esmeralda

En la ciudad esmeralda, Frigmundo Benito se sienta a descansar. Intenta deleitarse con el movimiento de las figuras bípedas, o cuadrúpedas, que pasean frente a sus ojos.

"La vida no está en otra parte", piensa Frigmundo Benito, y observa la entrepierna de un mulato, que baja cajas y cajas de un camión con acoplado, coadyuvando a levantar paredes que complejizan su laberinto.

"No debe ser así el infierno, tampoco cómo lo escribió Dante. Los inquisidores fueron los que nos jodieron, pero ya no quiero tener ideas" ansía Frigmundo Benito, en el ocaso de una tarde, agitada y presuntuosa.

Mira al Sol, precioso, y comprende que no puede ayudar a más nadie, ni ofrecerle agua, ni respiro.

Aseidado por sus propias herejías, arremete contra una vitrina llena de televisores finos y enormes, estrellando su cuerpo abierto de puntas contra la amplia vidriera que hace de fachada a una fatídica tienda comercial. Sólo escucha.

5 minutos después, espera ensangrentado la llegada de los policías o de los paramédicos sobre un montón de vidrios y cables. Ningun ser lo asiste.

"Duele", piensa Frigmundo Benito y espera que la ambulancia llegue primero.

1 comentario:

nadie dijo...

solos, estamos,
y el mundo
uno solo