22.7.11

Un cuento del viejo Wallace

Desde el faro del bosque de las acacias, pude ver a dos luciérnagas debatirse el dilema de la existencia "tenemos luz, ¿debemos darla o negarla?”. Ante tal pregunta, salieron disparatadas a volar con deseos de no tener que decidir entre una cosa y otra, querían seguir siendo objetos, como hasta recién, mas no su propia creación. No pudieron eludir la pregunta facilmente, debían tomar una decisión, podían apagarse para siempre, pero ¿ello sería correcto?.
Un caracol, paseandero les dijo, "correcta es la decisión que tomen, cualquiera sea, porque tampoco la habrán elegido.". Aceptaron la enmienda casi al mismo tiempo que la desecharon.
Las luciérnagas, vieron su cuerpo y comprendieron que estaban pegadas al ser, que de apagarse privarían al ser de lo que el ser es. Pero, aún así, seguían sin saber porqué debían sostener al ser como él era.
"Luciérnagas" les dijo el mosquito, sin vuestra luz yo no sería nada, veo la noche, como un tiempo en donde la inmortalidad es movimiento de luces azarosas, que se riegan sobre el campo. Nunca advierto desde donde van a aparecer sus colitas mágicas, a veces verdes, otrora amarillas. Encenderte baila, mágica lueciérnaga, no dejés de brillar jamás. Escucharon al mosquito atentas y luego a la hiedra, que les dijo: “¿para qué van a brillar? si no lo saben no deberían de hacerlo”
En eso intervino un pez, afirmando “Ey, también es válido al revés ¿para qué van a no brillar?”
Las luciérnagas, tomaron, finalmente una decisión, una volaría con la luz encendida, y la otra se mantendría apagada y durante un noche, vivenciarían sus implicancias.
Al día siguiente, el día tardo en comenzar. El frío helaba el bosque de las acacias y la luciernaga apagada, agonizaba sobre la única rama seca que halló. La luciérnaga encendida, que no había pasado ni aventuras ni desventuras, vio agoniznate a su amiga y la bendijo con las siguientes palabras "tu has de entrar en el fin, y yo aún soy el camino. Ahora también a ti, debo mi existencia. Tu eres lo que yo jamás habré de ser, hasta que deje de ser yo, querida amiga".
La agonizante respondió "no creas que no he echado luz, pero fue tarde, la vida ya me había abandonado, ahora se que vivo en ti, y ningún razonamiento me quitará de allí".
Se abrazaron hermanadas, hasta que la marcha detuvo la respiración de la luciérnaga que eligió ser oscuridad.

Hoy, desde el faro del bosque de las acacias, siento que no estoy frente al mismo bosque, que éste relumbra menos, invadido por nuevas sombras. Pero también puedo ver a la luciérnaga que lo revolotea, reafirmando la creencia popular de que el plan de Dios es brillante.

Extraído de "Recortes de diario de Wallace", y hallado misteriosamente en su maquina de escribir, el día del asesinato de su doble.

1 comentario:

Sexy Sadie dijo...

me encantó este cuento. me lo voy a guardar. por las dudas.